“Hay sueños felices y sueños temidos; hay sueños confusos y sueños detallados. Y hay realidades que parecen un sueño, una pesadilla, uno de esos catastróficos y decepcionantes.”
Abro los ojos, muy temprano, como todas las mañanas dominicales en cuarentena desde el mes de marzo, y escucho un eco resonante en las noticias: “Auxilio, auxilio; abran la puerta; se están muriendo”. Abrazo la almohada, giro en mi lecho hacia el otro lado y trato de retomar el sueño que hace un buen rato se me fue, pero insisto en dormir.
Al cabo de un rato, vuelvo a escuchar el bullicio a todo volumen en la televisión, que queda justo al lado de la mesa familiar, mi madre ya esta caminando hace un buen rato haciendo sus quehaceres, mi tío apresurado preparando el caldo verde, el café y las canchitas, como todo desayuno de domingo; Escucho los murmullos de decepción y colera por parte de ellos. Pero ¿Qué ha pasado, porqué tanta noticia dominical con sonidos de sirenas?, insisto, nuevamente en retomar el sueño que se me fue hace ya un buen rato. Después de tanta insistencia en continuar durmiendo, mi voluntad de hacer las cosas y averiguar que esta pasando me conlleva a levantarme de la cama y dejar la sabana y las almohadas.
Me aseo el rostro y los dientes; termino la pequeña faena de limpieza, y escucho
inmediatamente el llamado de mi madre tan resonante como un eco: ¡Ha desayunaaar! Me
dirijo a la mesa, miro la televisión y ¡Oh sorpresa noticiera! ¡Primicia calientita! En horas de la
madrugada, La policía había intervenido una discoteca ubicada en el distrito limeño de Los Olivos, ciento veinte muchachos aproximadamente habían estado divirtiéndose y viviendo la vida loca en plena cuarentena; Y, como es sabido en toda intervención policial tienen que caerle de sorpresa a los “angelitos” razón por la que esta intervención no fue ajena a ello; Pues sucede que, en todo ese alboroto sorpresivo, estos muchachos, salieron despavoridos como ovejas frente a lobos, como niños que salen al recreo, como pollos cuando se le abre la jaula; quedaron aglomerados en la pequeña puerta de salida que, por obra y gracia, estaba sellada para no levantar sospechas de dichas actividades ilícitas, y fueron asfixiándose hasta ir muriendo un promedio de trece de ellos, ni bien iban siendo rescatados. Parecía un Caso Utopía allá por el año 2002, donde murieron veinte nueve muchachos, en situaciones de alarma.
Es sabido por parte de todos los ciudadanos a nivel mundial, que estos meses estamos pasando días muy difíciles causados por la pandemia del Covid-19, que han comprometido
seriamente la sanidad mundial y que cada día que pasa unas y otras personas estamos luchando y velando por nuestro cuidado en cuanto a la salud, la economía y la seguridad. Eso, se supone, que está yendo de la mano con la responsabilidad, la consciencia, el respeto y otros valores de compañerismo que debemos poseer los peruanos. Pero parece, exceptuando a los ciudadanos que salen a buscar un sustento económico, que a un sector de la población no les interesa cuidar su salud, la de su familia, ni de nadie y menos respetar las reglas y políticas establecidas por los gobiernos de turno; Podemos entonces concluir que estos malos ciudadanos, son pertenecientes a grupos de pensamientos que les gusta practicar “la criollada”, “la viveza”, “A mí no me pasa nada causa” y ahora vemos que tan triste y decepcionante desenlace tuvieron algunos de ellos.
En una entrevista que realizaron, inmediatamente, a una de las madres, cuya hija también resultó fallecida, la pobre señora sostiene que incitaron u obligaron a su hija ir a la discoteca y ella se fue sin poner resistencia con una de sus queridas amigas. Dicha señorita, señala la madre, era madre soltera con dos hijos, uno de ellos vive con su "yerno" y el otro hijo lo dejó durmiendo en casa de sus padres; ahora quedaron huérfanos. En este pequeño relato podemos sacar muchas conclusiones y analizar profundamente las realidades sociales que vivimos, los cuales nos deben servir mucho para reflexionar críticamente sobre nuestra realidad y tomar medidas urgentes como persona, familia y sociedad; no solo en tiempos de pandemia, sino en todo tiempo.
Me imagino en los posteriores días, que saldrán defensores a despotricar contra: La Municipalidad Distrital de los Olivos, La Policía Nacional del Perú, La pandemia, El encierro, contra Vizcarra y un sinfín de cosas , tratando de justificar los malos hábitos de malos empresarios y de sus “angelitos fiesteros”, argumentando situaciones como: les llevaron a la fuerza a la discoteca, ellos no quisieron ir, fueron contra su voluntad, el encierro les estaba desesperando e iban enloquecer si no iban a una fiesta, ellos estaban de pasada por ese lugar, han sido buenos hijos, estudiosos, buenos vecinos, etc. En fin, la hipocresía social. Y ¿Qué será de los dueños de la Discoteca? ¿Qué será de los niños huérfanos que quedaron?; Bueno en fin nada justifica la perdida de un ser querido, pero dan ganas de cuestionar la irresponsabilidad del ser querido y no tomar en cuenta los consejos que se les dan en momentos previos a una tragedia.
Escrito el domingo, 23 de Agosto del 2020